La tristeza es una emoción básica humana. Nos ocurre a todas y todos cuando estamos lidiando con una pérdida. Y sí, perder la Navidad también cuenta. Nos trae el mensaje de que igual necesitamos parar, reflexionar sobre qué hemos perdido y volver a reconectar con lo importante. Nos lleva de manera natural a pensar sobre el pasado y su diferencia con el presente.
Sin embargo, a veces ocurre que la tristeza se desborda. Nos inunda de malestar y no sabemos qué hacer con ella. Por ejemplo, si venimos de un año de penurias y ajustes, dificultades y miedos, de desconexión de otras personas, puede ser más difícil perder un trocito de tradición y cercanía.
Lo primero que quiero dejar claro es que es totalmente normal sentirse así. No te pasa nada malo en el cerebro. Ahora bien, es una oportunidad para escuchar tus necesidades y tomar cartas en el asunto.